Antiguamente se celebraba durante el mes de diciembre la llegada del Dios azteca Huitzilopochtli, el Dios de la Guerra para los mexicas, para honorar su nacimiento el 21 de diciembre. El 24 de diciembre se celebraba el resurgir del sol tras el solsticio de invierno.
Los conquistadores españoles aprovecharon esta coincidencia para evangelizar, introduciendo las misas de aguinaldo desde el 16 al 24 de diciembre en las que se conmemoraba el nacimiento de Jesús cada madrugada. Esta celebración fue evolucionando hasta las actuales posadas, que comienzan nueve días antes de Navidad para representar las nueve noches que duró el peregrinaje de María y José.
Cada uno de los nueve días que dura la celebración se representa un valor distinto, estos valores son la humildad, fortaleza, desapego, caridad, confianza, justicia, alegría y generosidad. A pesar de que tiene un origen religioso, no todas las familias lo celebran de la misma manera, pues también es un acontecimiento social que reúne a familiares, amigos y vecinos para fortaleces los lazos a través del festejo, la comida y la bebida. Este origen evoca el recorrido que tuvieron que hacer la Virgen María y San José previo al nacimiento de Jesucristo. Así, las personas que participan realizan procesiones “en busca de un refugio”, de ahí el nombre popular.
Los más religiosos empiezan el acto rezando el Santo Rosario para después unirse al resto de vecinos y empezar con la caminata. Durante la procesión se reúnen niños, jóvenes y adultos se congregan para “pedir posada”, iluminando el camino con velas y bengalas mientras tocan las panderetas y entonan villancicos en cada una de las puertas de los vecinos que han hecho su posada. En la última posada, celebran que les han abierto las puertas con bebidas y comidas típicas, así como piñatas de colores.
Cada día, eligen una casa diferente donde celebrar y finalizar su camino. Este ritual no sólo simboliza la unión del vecindario, familias y amigos, pues se unen para colaborar y realizar los preparativos para decorar y crear una ocasión festiva y agradable para todo, sino que también es un recordatorio de solidaridad, hospitalidad y esperanza que refleja la importancia de compartir y acoger a los demás en los momentos significativos.
Gastronomía común en estas fechas
Los platillos o antojitos más comunes que decoran la posada son los tamales, elotes, pambazos, tacos, tostadas y quesadillas entre otros muchos, todos ellos reflejo de la riqueza de la cocina mexicana. Los platos van cambiando según la región, los gustos y las tradiciones locales. En estas fiestas el dulce ocupa también un hueco importante entre los conciudadanos. Los buñuelos se convierten en un imprescindible junto al atole, que resulta especialmente popular con las bajas temperaturas. Otro imprescindible es el ponche, que se prepara con ingredientes locales y licor al gusto, sirviéndose caliente.
¿Qué representan las Piñatas?
Los mayas ya realizaban una especia de piñata hecha con barro que rellenaban con cacao. Pero las piñatas actuales se parecen más a las que realizaban los mexicas, pues las decoraban con plumas y las llenaban de tesoros y pequeñas joyas. Los cristianos también hicieron uso de esta actividad, pero con la intención de evangelizar.
Actualmente, las piñatas están hechas de papeles coloridos o cartones y están rellenadas de dulces, fruta de temporada, cacahuates y pequeños juguetes para los más pequeños. Las piñatas más tradicionales tienen forma de estrella de 7 picos que representan cada uno de los pecados capitales: pereza, envidia, gula, ira, lujuria, avaricia y soberbia, y los regalos de su interior, representan las bendiciones de aquellos que participan.
Desde una perspectiva religiosa, golpear las puntas de la estrella de siete picos con un palo simboliza vencer los pedazos y el mal que representa. El acto de cerrar los ojos durante este proceso simboliza la confianza en la guía divina de Dios para superar estas adversidades y vencer los males.